martes, 29 de junio de 2010

Hoy tengo cuchillas clavadas en los ojos
como en aquel corto extraño de Buñuel.

Las dejaré cuajarse, anclarse en mis retinas,
quebrando mi visión de parte a parte.

Me volveré muñeca,
personaje,
percha de alambre sin ropa.

Sin motivos
Hace calor y sin embargo,
sigo aterida el eco de tu voz
entre las calles desiertas de este cementerio

miércoles, 23 de junio de 2010

Aspiras. Expiras. Inspiras. Respiras. Transpiras.

Todo un ejercicio mantenerse consciente. Evacuas el insomnio. Cotejas el dolor propio con el ajeno y la ecuación procura dividendos equívocos. Te miras la piel preguntándote si resistirá otro rayo de sol sin quebrarse. Otra embestida externa. Otro amanecer en ascuas.

Decides que no. que ya es bastante. Que ya has muerto demasiadas veces. Que hoy es hoy y que no quieres compartir el sarcófago con nadie.

"El sueño de la razón produce monstruos". La sinrazón de dormir en desventaja te induce pesadillas.

En cualquier caso no estás solo. Entre tú y el próximo ocaso se agita un espejismo pleno de dudas y hambriento de posibilidades.

domingo, 20 de junio de 2010

ESC (2)

Yo no tendría que estar saliendo de un taller en este momento, por más indiferente que la situación me deje ahora. Tendría que estar con César en algún lugar de la sierra madrileña con una maleta apresurada en el capó y un porvenir de buenas-o no tanto-intenciones de fin de semana.

Pero César, lo que me remite al comienzo de este desvarío, había hecho planes paralelos y por añadidura simétricos conTeresa, mi vecina, lo que si bien a estas alturas no debería causarme sorpresa si me dejaba en el paladar cierta sensación de engullir papel de lija que yo me empeñaba en acrecentar esgrimiendo la lengua contra mis paredes bucales.

Bien, me digo, regando mis nervios con el caldo de una templanza a la que bien poco acostumbrados están. Bien,repetí, dos centímetros más alta. Tengo en una mano las llaves de un coche agonizante y en la otra una billetera de presupuesto ajustado.

Y la estación a diez minutos.

Y el equipaje sobresaliendo del maletero.

"Un momento", digo regresando al coche, con el entrecejo arponeado por un pensamiento improvisado de los que me suelen frecuentar. Giro la llave, saco la maleta, la sopeso, suspiro. Diez minutos. Suficiente. He realizado mudanzas en menos tiempo.

Me vuelvo ligera, respiro hondo filtrando aún parte de ese olor a bencina que impregna todos los talleres del mundo y lo sustituyo por otro que evoca el azul cielo de las escapadas. Paladeo la excitación de improvisar con un solo instrumento, la sensación que me recuerda que, en ausencia de certeza, todo puede salir bien.

Quizás César, deba agradecerte el hacerme virar tan a destiempo, es tan prometedor dejar que mi propio ruido me ensordezca...Mala suerte que no recordase llenar el comedero del pobre Félix. De veras lo siento. Aunque quizás el animal me lo agradecería si puediese, para estar solo todo el santo día...Miro el reloj antes de tirarlo al suelo y hago un rápido cálculo. El agua de la bañera deberá lamer en breve la desequilibrada superficie de tu salón. Para cuando yo lleve similados unos cuantos kilómetros quién sabe el efecto que habrá causado en el suelo.

Recuerdo lo satisfecho que estabas al adquirirlo y lo oportuno que estuviste al escogerlo, lo cálidamente que te felicitó la dependienta por ese acierto tuyo y con cuánta delicadeza se hizo eco de tus palabras..."entonces hemos dicho tarima flotante...¿verdad?"

miércoles, 16 de junio de 2010

Tú eres lo que ocurre entre mis grietas mientras yo, reflexiva, emborronada, arrojo trocitos de corazón a las aves de paso pertinentes
La válvula que succiona a intervalos mantiene un flujo permanente desde hace un buen rato. El artesonado cerebral de pensamientos se desplaza acorde a lo previsto sin atascar ninguna tubería importante. Fluye. Funciona. Siento mi sangre, mis nudos, mis arterias licuándote despacio. El aluvión de fluidos se despereza. Disculpan, amables, tu presencia y delicadamente tuercen a la derecha en el siguiente vaso sanguíneo. se acostumbran mis entrañas a pasearte. Todo tú, armazón desvencijado, entramado de vértebras insomne, turista apresurado en sucesivo desplazamiento por los huecos. Te vacío, te mezco, te acompaño, te observo en mi interior y me sonrío.

En el rincón izquierdo de mi cuerpo, de vez en cuando ocurren tantas cosas...

martes, 15 de junio de 2010

(ESC)

Lo que no puede ser, no puede ser y si hubiese la más nimia posibilidad de que aconteciese, alguna conjunción astral se encargaría de joderlo todo.

Con este pensamiento tan próximo a la esencia de mi filosofía miro las manos del empleado del taller mientras bucean en un paño que alguna vez sirvió de prenda a alguien, tratando de ser invadida por el espíritu tántrico...no hay dolor, no hay dolor....El mecánico me interpela...le leo los labios y hago un mohín...¿tú no quieres exorcizarme, verdad? -esgrimo a nivel metafísico-...he resbalado en dunas más altas que tú, chaval. Sacudo la cabeza porque hace un rato ya que no tengo claro lo que estoy pensando.

De algún modo, desde temprana edad he sido incapaz de mantener la mente ociosa incluso en las situaciones que más atención me requieren, situación que vengo comprobando no mejora con el paso del tiempo, de modo que la que debería ser un todo con su propietaria se independiza de mil maneras, a cuál más creativa.

Mientras me perdía con aparente interés en las aclaraciones del mecánico, mi cabeza, ajena a todo, perpetraba un mantra acorde a la ocasión..."llevo un escapulario, rosario, en prueba de tu virtud...llevo un escapulario, rosario, no me lo entregaste tú?"

El coche pierde aceite, me dice este hombre de modales rituales y yo que he visto a mi socio desangrarse como un cerdo acuchillado asiento con la más breve de mis sonrisas, con el más benévolo de mis gestos. Lo sé, respondo. Yo no sé decirle para cuando estará, apostrofa. No tengo prisa, le informo yo y doy un paso hacia el exterior del taller algo más ligera-la mañana, en cualquier caso, acaba de frenar en seco delante de mí,
más libre y en breve-presupongo-bastante más pobre. (continuará)
No escribo, vomito alevosía sobre el papel y espero todos los días que no me detengan por ello.

martes, 8 de junio de 2010

ESCOMBROS I

¿Dirías que la leche condensada es un dulce, un alimento, una sustancia química, un chute a la corteza cerebral, un experimento de física, un instante congelado en una peli porno?

Todo esto es leche condensada. Y el hecho en condensación que quieres. Esto son sólo cinco renglones escupidos en un tramo irreverente de conciencia.

El tramo que discurre en este carril de polvo que recorro a más velocidad de la que debiera y poseída por dos o tres demonios que no me son del todo extraños.

Porque los he sentido antes.

Me han recorrido antes.

Me han penetrado antes. Fuí yo quién los invité a entrar.

Los conozco. Te conozco.

Te conozco prudencia. Te conozco distancia. Te discrepo ansiedad.

Me bebo el desnivel de la carretera. Respiro esta grava. Respiro este petróleo refinado de tu asfalto y empiezo a diluirme.

Es lo que tiene conducir.

Es lo que tiene conducir si te has afilado las neuronas con un par de copas.

Es lo que tiene dibujar en el vacío con un lápiz sin punta.

Es lo que, en definitiva, supone rasurarte el encéfalo con cortes demasiado profundos como para curar.

Última llamada al vuelo 607, destino "nisesabenipreguntes".

Ahora empieza el último nivel en el juego del inconsciente. La ruleta rusa de mi despropósito vital. Croupìers not allowed.

Se admiten apuestas.

jueves, 3 de junio de 2010

EL TE DE LOS LEPROSOS

"Celeste cielo", "Azul edificio", Lázaro se empeñaba en añadir un sustantivo a modo de adjetivo a cada color. Aquel rasgo suyo tan original que me enamoró al conocerle, ahora me daba alergia, estornudé consecuente mientras me señalaba, extasiado, una fachada art decó. Lázaro era decorador interiorista y entre él y yo estaba a punto de ponerse el sol.

Del resplandor cegador de nuestros primeros encuentros, ahora yo heredaba esta sensación incómoda de encontrarme en una dimensión paralela a la suya, ambos a los lados opuestos de una pared de cristal tan irrompible como los vasos de su cocina. Consideraba a ratos la acogedora posibilidad de rehacer equipaje y desaparecer.

Ajeno a mis planes de fuga y tan capaz como era para interpretar el alma de un loft, Lázaro malinterpretaba impunemente mi silencio c0mo devoción, la cual recompensó iniciándome en su amor por todo lo oriental. Yo, avergonzada de no darle al menos ese magro consuelo, sonreí helada e iniciamos, a nivel doméstico, una folklórica tourneé por el mundo nipón.

Di clases de arpa japonesa y adquirí en un rastrillo un albornoz con motivos orientales. El apartamento se vió asaltado por farolillos de papel, dibujos kanji, imágenes zen y películas importadas. Unas noches me volvía geisha y otras asesina ninja, sintiéndome, a mi modo de ver, peligrosamente cómoda en este último papel. Se lo comenté algo nerviosa un atardecer rabioso mientras hacíamos equilibrios con el mikado sin que diese trascendencia alguna a mi desvarío, pese a mi afición por mantenerme cerca del cuchillo de trinchar durante nuestros ejercicios de pasión coordinada al estilo Oshima.

Bastaron dos meses de aproximación al país del sol naciente para que me empezara a sentir tan quemada como el Bowie de "Feliz navidad, Mr.Lawrence".

Deseosa de mostrarme a mi shogun accesible y transparente, le dejé caer mi oscuro estado de ánimo mientras desayunábamos. El, té. Yo, café. sonriente, me propuso viajar a Tokio en vacaciones. puse cara de póker japonés y alegué-temblándome el labio inferior- que no me quedaba ni un sólo día libre.

Accedí finalmente para su cumpleaños a la solicitud que hacía tiempo acariciaba de celebrar una ceremonia del té. Algo oportuno y simbólico teniendo en cuenta que jamás me gustó beberlo.

El té estaba frío, yo también, no así Lázaro, pese a lo que podría deducirse de su nombre, que finalmente lograba de mí un sólo gesto, débil y enfermo: nuestro primer té juntos.

Mi último té.

martes, 1 de junio de 2010

Tarde de bar,
ahogo una galleta en cafeína.

Lo sé, no era culpa suya,
tenía atenuantes en fin,
no me ha hecho nada.

A veces, disimulando incluso,
soy tan mala.