lunes, 2 de agosto de 2010

X-cusas

Estupefacción ante el espejo. Reflejo intermitente en distorsión constante. Homenaje de tus dedos. Catarsis desigual licuada en la memoria. Mis resquicios lentos silbando entre ranuras. Exhuberante jardín de piel y huesos. Tus esquinas. Plenilunio entrecortado entre tus piernas. Descenso controlado. Esquivo vaivén de duermevelas.

Respiración carente de opiniones. Resolución febril de la materia. Doloroso afán. Anhelo de tu espalda. Asfixia. Disyuntiva. Zigzagueos. Afán de atarme hiedra, tenaz enredadera a tus paredes.

Y mientras o entretanto, poca cosa: romper el cielo en un millón de trámites variados. Que cesen entretanto los domingos y los ciclos precisos de la luna. Queden invitados los minutos y disculpadas de asistir las estaciones.

Y apenas tú desatas mudo el hilo del deseo intercalando esquemas en los huecos.

Trenzada entre los bordes indistintos, extroversión pausada de reloj. Tiempo sin prisa.

Y, entre los pliegues, más allá de mis costillas, ganas de reincidir a cada hora.