jueves, 2 de junio de 2011

Adán no disfruta del mar, el senderismo o el "puenting".

Desprecia el ala delta y el boxeo tailandés y sonríe con desapego ante mis intentos para improvisarle el día. Escueto.

Adán se relaciona eminente e inminente con su celular. Me perdona las caricias, no me demanda atenciones.

Es atento, perfecto, lineal. Se crece. Se divide. Se disculpa.

Conmigo.

Con mi rostro.

Con mi cuerpo colgado del perchero junto a su portafolios, me responde Adán que no imagine cosas.

Que no desvaríe, no me distraiga, no me enoje.

Desvariada yo. Distraída yo.

Yo deshojada, cubriéndo todo el suelo con mis pliegos mientras desubicada me pregunto viéndole besar el aparato que haría Adán con todo el tiempo por delante

recién llegado al nuevo paraíso

huérfano

metálico

sin costilla

y sin teléfono

No hay comentarios:

Publicar un comentario