domingo, 20 de junio de 2010

ESC (2)

Yo no tendría que estar saliendo de un taller en este momento, por más indiferente que la situación me deje ahora. Tendría que estar con César en algún lugar de la sierra madrileña con una maleta apresurada en el capó y un porvenir de buenas-o no tanto-intenciones de fin de semana.

Pero César, lo que me remite al comienzo de este desvarío, había hecho planes paralelos y por añadidura simétricos conTeresa, mi vecina, lo que si bien a estas alturas no debería causarme sorpresa si me dejaba en el paladar cierta sensación de engullir papel de lija que yo me empeñaba en acrecentar esgrimiendo la lengua contra mis paredes bucales.

Bien, me digo, regando mis nervios con el caldo de una templanza a la que bien poco acostumbrados están. Bien,repetí, dos centímetros más alta. Tengo en una mano las llaves de un coche agonizante y en la otra una billetera de presupuesto ajustado.

Y la estación a diez minutos.

Y el equipaje sobresaliendo del maletero.

"Un momento", digo regresando al coche, con el entrecejo arponeado por un pensamiento improvisado de los que me suelen frecuentar. Giro la llave, saco la maleta, la sopeso, suspiro. Diez minutos. Suficiente. He realizado mudanzas en menos tiempo.

Me vuelvo ligera, respiro hondo filtrando aún parte de ese olor a bencina que impregna todos los talleres del mundo y lo sustituyo por otro que evoca el azul cielo de las escapadas. Paladeo la excitación de improvisar con un solo instrumento, la sensación que me recuerda que, en ausencia de certeza, todo puede salir bien.

Quizás César, deba agradecerte el hacerme virar tan a destiempo, es tan prometedor dejar que mi propio ruido me ensordezca...Mala suerte que no recordase llenar el comedero del pobre Félix. De veras lo siento. Aunque quizás el animal me lo agradecería si puediese, para estar solo todo el santo día...Miro el reloj antes de tirarlo al suelo y hago un rápido cálculo. El agua de la bañera deberá lamer en breve la desequilibrada superficie de tu salón. Para cuando yo lleve similados unos cuantos kilómetros quién sabe el efecto que habrá causado en el suelo.

Recuerdo lo satisfecho que estabas al adquirirlo y lo oportuno que estuviste al escogerlo, lo cálidamente que te felicitó la dependienta por ese acierto tuyo y con cuánta delicadeza se hizo eco de tus palabras..."entonces hemos dicho tarima flotante...¿verdad?"

3 comentarios:

  1. El dulce sabor de la venganza, rezuma en tu texto de forma sobresaliente.

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  2. Uff, con lo que eso cuesta, y lo gracioso del nombre es que ni flota ni ná, sino ya lo comprobarás.

    Un beso.

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  3. Los celos son malos y hacen tomar decisiones poco acertadas. Celos caca (aunque sean de soslayo).

    saludos

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